lunes, 1 de febrero de 2016

VISITA AL PARQUE NACIONAL EVERGLADES - FLORIDA - EEUU



Miami es una ciudad vibrante pero en una sintonía que no es la mía. Es por eso que visitando gente amiga, lo primero que busqué fue un lugar en el que poder pedalear en un entorno natural.
Había leído sobre los Everglades, extensa área caracterizada por sus pantanos y humedales, que ocupa buena parte del sur de la península de La Florida.
Centro de visitantes y oficina de alquiler de bicis.


Me decidí cuando me enteré que en las instalaciones del Shark Valley Visitor Center, alquilaban bicicletas. LLegué a la puerta de acceso al Parque Nacional -una de las cuatro- que posee, gracias a una amiga, aboné U$S9.- para ingresar (por ese ticket se puede ingresar al parque a lo largo de una semana, algo similar ocurre en los Parques Nacionales de Argentina).
La acción empezó cuando me dijeron que alquilar la bicicleta tenía un costo de nueve dólares  por hora. Con ella -una playera pesadita con un cómodo canasto portapaquete- se permite hacer un recorrido de unos 23 km por un camino de asfalto que construyó hacia los años 40 la empresa petrolera Humble Oil Co., cuando buscaban oro negro en ese paraíso natural, entonces no tan valorado.
Además hay una pasarela y un sendero que se pueden hacer a pie.




A poco de marchar la primera de las atracciones: un alligator o cocodrilo. Enorme comparado con el tamaño de nuestros yacarés. Estaba tomando sol a la vera del camino, cerca de su arranque, y es por eso que era el más convocante. Más adelante hay muchos más, algunos ofrecen el espectáculo de descansar con luciendo los dientes con la boca abierta.
También se ven totugas acuáticas, aves y una especie de mariposa llamada "Zebra" por la disposición de sus colores en las alas.


A mitad de un recorrido se llega a un mirador que parece construido por la extraña organización DHARMA que ocupaba parte de la isla protagonista de la serie Lost.
Lo que se ve es un paisaje despojado de exuberancia. Una planicie inundada, cubierta por pastizales y mechada por conjuntos de árboles que conforman lo que se denomina "Hardwood hammock". La verdad es que si no fuese por los alligators, el parque no ofrece imágenes impactantes. Imagino que ese vacío puede generar un verdadero colapso mental para los habitantes de Miami, ciudad que se caracteriza por haber colonizado y mercantilizado todo menos el aire (por ahora).
Lo que sigue es muy monótono, el camino se mete en un pastizal. Ahora solo entusiasma meterle al pedal para evitar que se me debiten otros nueve dólares (U$S9.-) del alquiler de la bici y pararse a ver más lagartos.




Las instalaciones del Parque Nacional, perteneciente al National Park Service del US Department of the Interior, son muy yankees, parece un hospital, un poco frío para lo estándares de mi país. Allí se pueden encontrar buenas infografías que explican como el crecimiento de las ciudades del sur de la Florida están poniendo en riesgo el ambiente del parque. Es que las ciudades y la agricultura han obstruido el curso de las aguas que se desplazan de norte a sur, parecen aguas estancadas pero en los Everglades el fluido se desplaza. Por eso se lo llama el "Río de pasto".
Dicen que en los Everglades existe una base misilítica construída durante la Guerra Fría que se puede visitar. Se debe ingresar por otro acceso ya que no vi nada.
En fin, una linda experiencia, jamás pensé que uno se podía acercar tanto a los alligators, sin mayores riesgos.
Volveré.
Jorge

domingo, 20 de septiembre de 2015

POR AGUA Y POR TIERRA. UN RECORRIDO CONTRARRELOJ PASANDO POR ALBERTI, BENITEZ, INDACOCHEA, ACHUPALLAS Y PLA.


De nuevo en Alberti por trabajo y mi bici en el baúl del auto. Como tenía que presentarme a trabajar a las 19 hs, proyecté un recorrido de 80 km por caminos de tierra para hacer en cuatro horas con paradas a sacar fotos.
Nunca pensé que el plan se alteraría por causas ajenas a mi voluntad. Ya veremos.

Palomar en Alberti.

Pesado el camino. Las máquinas están arreglando el desastre que dejó la inundación. 
Salí a la búsqueda de la Estación Benítez (FFCC Sarmiento) por el camino que bordea las vías. La senda estaba pesadísima ya que habían pasado las “champion” y el terreno estaba muy suelto. Y cómo no iban a pasar las máquinas si tras las inundaciones de agosto el camino quedó destruido. Y no solo el camino. Pasé cerca del puente ferroviario que se descalzó y que obligó a una formación a dejar en la vía un coche.
Así quedó el puente del FFCC Sarmiento. No se vino abajo de casualidad.

En lo peor de la crecida, quedó atrapado un coche del servicio a Bragado. (Foto Bomberos Voluntarios de Alberti).

Foto aérea que da cuenta de la magnitud de la crecida (Foto Bomberos Voluntarios de Alberti).
Saliendo de Benitez y tras cruzar la ruta 51, el camino se anegaba por tramos de 200 metros. Me saqué las zapatillas y lo crucé caminando. Pero el verdadero problema llegó cuando pasé el siguiente punto: la estación Indacochea.
Estación Benitez.
 
Primer charco del recorrido. Me saqué las zapatillas para no mojarlas. De haber sabido lo que venía ...

Indacochea es un lindo pueblo que nació con la inauguración de la estación perteneciente al FFCC Midland en 1908, y clausurada en 1977. Su cercanía al río Salado hizo que la localidad se convierta en un importante centro pesquero. Cuando el Salado se pasa de mambo la zona se inunda y mal.
Almacén abandonado en el camino entre Benitez e Indacochea.

Indacochea.
Siguiendo el plan, tomé un camino de tierra que vincula a Indacochea con Achupallas, “Pueblo de Amigos” para los de la zona. Ese camino cuenta con un puente de hormigón que cruza el río y que felizmente permanece en pie.
Por la crecida –que no cesó del todo pese a que pasó ya más de un mes desde el pico- el camino literalmente fue devorado por el agua. No es que lo tapó, lo barrió, sacando la capa de tierra que lo nivelaba sobre el nivel del terreno.
Se hacía imposible pedalear así que seguí caminando con la esperanza de llegar al puente y encontrar partes más secas.
Esto era un camino.

Al camino lo invaden correntadas como esta cada diez metros. El agua corre fuerte. Imaginar lo que fue en el pico de la crecida del Ró Salado.
Con el agua a la cintura me crucé con un pescador que estaba sobre su bote con motor fuera de borda colocando trampas para nutrias. Me dijo que era imposible seguir ya que había pozos y partes del terraplén que cedieron en los que la corriente era fuerte.
Como volver atrás no está en los planes, me vino al pelo que me proponga llevarme en su lancha hasta Achupallas.
La bici al bote!

Avanzando hacia Achupallas.

Parece el Paraná, pero es el río Salado.


Adiós y gracias!!!
Jamás imaginé que transitaría varios kilómetros en lancha en una zona donde los caminos de arena son la regla. Desde la embarcación de mi ocasional amigo pude comprobar la magnitud de la crecida. Era como estar cruzando el río Paraná. Efectivamente cerca del puente y en las partes en el que el terraplén había cedido había correntadas peligrosas que obligaron al timonel a alejarse del puente dibujando una comba de casi 300 metros sobre el itinerario.
Me dejó al borde de lo que quedó del camino, a poco menos de un kilómetro de Achupallas. Avancé caminando, y por partes pedaleando, en el agua hasta la entrada al pueblo.
Va secando...


Chimenea en el cuadro de la estación Achupallas.


El sol caía a pique y se me venía la noche. Por suerte di con Juan, vecino del pueblo y trabajador de la Municipal mientras reabastecía de agua su camión regador, quien me sugirió que no avance por la tierra hasta Pla, sino que tome la ruta 51 y recién pasando Gdor. Ugarte agarre la calle que me dejaba en Alberti.
Le hice caso pese a que no me gusta agarrar la ruta y más una tan transitada por camiones.
Ruta 51.

Camino a Pla.

Estación Pla.

Parada obligada en Pla.
Después de meter pata en el asfalto por casi 9 km, con recurrentes visitas a la banquina cuando notaba que se venían camiones, tomé la calle de arena que pasa cerca de Pla y me dejaba en la puerta de Alberti.
Quedaban 30 km, por suerte con viento a favor, pero la arena era tremenda. Por falta de líquido tuve que entrar a Pla a clavarme un pomelo.

El Salado.

Ya de noche, a las 19 hs clavadas, entré a Alberti para cumplir con el cometido. Una linda experiencia. Una prueba contrarreloj todo terreno.


Jorge.

domingo, 19 de julio de 2015

A LA BÚSQUEDA DE LA PARADA LAURIE DEL FFCC PROVINCIAL. UN RECORRIDO ENTRE SAN VICENTE Y LOMA VERDE.


Los mapas me pueden y si son antiguos mucho mejor.
Hace unas semanas caminaba por el barrio de Palermo y pasé por el frente del IGN - Instituto Geográfico Nacional (Ex IGM – Instituto Geográfico Militar). Entré y pregunté si tenían alguna biblioteca o mapoteca para ver material que pueda ser de mi interés. Te atienden de lujo y me informaron que la mapoteca estaba siendo reacondicionada, pero que en la biblioteca tienen mapas de la provincia de Buenos Aires y que me fije.
Encontré un atlas de la provincia –incompleto- que data de 1931. Te dejan sacarle fotos. Así que uno de los que pude copiar era de la zona de Loma Verde, partido de General Paz (Ranchos), lindando con San Vicente.



Allí aparecían muchas referencias, algunas ya conocidas y otras que no las teníamos. Una en particular: la llamada “Parada Laurie” del Ferrocarril Provincial, ubicada a pocos kilómetros  de la Estación Loma Verde, en el tramo que separa a ésta de la estación Udaondo.
¿Habría restos de esa parada ferroviaria? Le tiré el dato a mi amigo Black que conoce la zona como nadie y tiene raíces familiares en la zona.  

Placa en el puente de Once Bocas.

Once Bocas.
Sábado con frío, por la mañana entramos a la zona por el lado de San Vicente, cruzamos el espectacular puente de Once Bocas –levantado en 1930- sobre el arroyo Samborombon y por caminos rurales llegamos a Loma Verde.
Dimos con el imponente portal de las Estancias Elvira y Los Merinos, las que figuran en el mapa y tomamos una calle lindera al terraplén del Provincial, del que no queda nada tras el levantamiento de vías dispuesto tras su clausura definitiva en la década del sesenta del siglo pasado.


Una senda corre por dónde lo hicieron los trenes. Precaria, con muchos pozos y pasto. Y llegamos hasta un cruce de caminos en el que debería haber estado emplazada la parada. Un colegio: Escuela Nº20, llamada “Laurie” por el nombre del otrora terrateniente que donó las tierras, y otra construcción destinada a puesto o casa de campo. De la parada o infraestructura ferroviaria nada de nada. Una máquina champion había aplanado lo que quedaba del terraplén.
Pero en una parte se advertía una elevación de tierra, como si el suelo hubiese sido elevado para quedar a la altura de las vías.
Y en medio de la incertidumbre la presencia de un vecino, que vive en la casa lindera al colegio. Le giramos nuestra inquietud:
- Ciclista: Hola Señor, ¿sabe si acá estaba la “Parada Laurie”?
- Vecino: Noooo! Laurie es la escuela. Ahí estaba la Parada Km 70.
- Ciclista: ¿Y dónde estaba la parada?
- Vecino: Justo dónde está parada la señorita. Si habré visto a los crotos allí tomando mate y esperando el tren. Yo con mi mamá lo tomábamos para ir a La Plata. Los tambos de la zona traían los tachos de leche.
- Ciclista: ¿Había alguna construcción? No quedó nada …
- Vecino: Había una casillita, la retiraron cuando levantaron  las vías.

Por acá pasaba un tren.

Escuela Nº20 "Laurie"

En este preciso lugar se asentaba la parada Laurie o KM 70.


Emplazamiento de la escuela Jose Maria Paz. Loma Verde.

Placa conmemorativa.

Se inunda por la zona.

Orilleando.


Llegando al Once Bocas.

La cuestión es que la parada existió. Contentos con ello nos fuimos a almorzar a Loma Verde y luego retomamos por caminos rurales que solo usan las vacas. Y eso deja flor de huellas, complicadísimos para transitar. Una de las calles muere en el arroyo Samborombon así que tomamos por la orilla del curso de agua. Entretenido recorrido hasta el puente Once Bocas y de ahí hasta San Vicente para ponerle final a la salida.

Fueron 123 km con mis amigos Black y Silvia. 
Jorge